Sobre la paz que existe en nuestro caos interno.
Algunas veces, pudiera parecer que la vida se nos pone complicada. Quizás sentimos que nos aprieta tanto como aprietan los corsés que vemos en una obra de teatro al más puro estilo Burlesque. Algunas veces, pudiera parecer que los giros inesperados (y perfectamente maravillosos) de esta experiencia que estamos teniendo nos empujan a una desesperación asfixiante.
Queridx amigx, eso también forma parte de la Vida. Eso también es vivir. Aunque, la mayoría de veces, tendamos a pensar lo diametralmente opuesto.
Quizás esta mañana nos hemos despertado soñolientxs y vulnerables. Quizás anoche nos dieron una noticia con la que no contábamos y que cambia por completo nuestra proyección acerca de cómo deberían ser las cosas. Y quizás nos sintamos tristes y la soledad nos invada. Puede ser que nos den ganas de quedarnos en la cama todo el día. De gritar, llorar, maldecir... Puede ser que nos levantemos de la cama y que derramemos, con torpeza, la cafetera llena de café caliente. Que le peguemos cuatro gritos a la primera persona con la que hablamos, aunque la amemos profundamente. Puede ser que nos sintamos totalmente desubicadxs. Descontroladxs. Desdichadxs. Abandonadxs.
“No hay nada que deba ser diferente a como está siendo”.
Todo eso puede ser. Y no hay nada malo en ello. No hay nada que deba ser diferente a como está siendo. Total, ya está siendo así. ¿Para qué oponerse a ello?
Cuando dejamos de resistirnos a lo que está siendo y permitimos que ese caos interno que sentimos (y que el “ahí afuera” nos refleja inconfundiblemente) esté en nosotrxs, se produce el Milagro de la Vida. Cuando permitimos que el desorden nos invada, nos retuerza, nos apriete, y nos abrimos a abrazarlo nosotrxs a él, le estamos diciendo a la Vida que le damos permiso para que se exprese, para que fluya a través de nosotrxs y se manifieste en forma de caos.
Cuando en vez de intentar hacer lo que sea para dejar de estar en ese estado caótico, en ese vacío, y nos rendimos ante su ímpetu majestuoso y le damos la bienvenida, estamos permitiéndole expresarse para que pueda mostrarnos la paz y la calma que le acompañan. Contracción y distensión en una danza interminable.
Eso también es vivir.
No puede existir el caos sin la calma. No puede existir la noche sin el día. No puede haber luz sin oscuridad. No existe la alegría si no hay tristeza. De eso va esta experiencia aparentemente dual que estamos teniendo como humanxs que somos.
Queridx amigx, el caos interno no es nada de lo que debamos escapar. No es algo que debamos negar, de lo que debamos deshacernos o escondernos porque “no está bien” liarla todo el rato. No es algo de lo que debamos avergonzarnos.
“Nuestro caos interno solo es algo que está aquí para ser atendido. Para ser escuchado. Para ser abrazado y mimado”.
Nuestro caos interno solo es algo que está aquí para ser atendido. Para ser escuchado. Para ser abrazado y mimado. Para que podamos permitirnos amarlo que con ese Amor que ya somos. Con ese amor que nos viene de serie.
Permitámonos sentirnos enfadadxs. Tristes. Abandonadxs. Débiles. Vulnerables. Asqueadxs. Frustradxs. Permitámonos no recordar una fecha importante para nuestra mejor amiga y desparramar el café caliente, llenando el suelo de humeante líquido oscuro. Permitámonos reírnos de nosotrxs mismos al observarnos liándola en todas y cada una de las cosas que hacemos.
Eso también es vivir. De hecho... Eso es vivir.
Permitámonos que todas las emociones que aparecen estén en nosotrxs. Y con nosotrxs. Tratemos de no juzgarlas. Pero no nos juzguemos si nos damos cuenta de que las juzgamos. Simplemente abrámonos a la experiencia que nos traen. No somos ninguna de esas emociones. Tan solo las estamos percibiendo en este momento. Ahora. Esas emociones están siendo ahora. Están sucediéndonos ahora. Y eso, por sí mismo, es maravilloso. Eso, en sí mismo, es la Vida manifestándose. Manifestándose a través de nosotrxs. Y solo por eso, merece ser escuchada. Solo por eso, merece la pena vivir este momento, aunque estemos determinando que está siendo un momento “de mierda”.
No hay nada que cambiarle a este momento, aunque casi siempre pensemos que sí. Y en ese “no cambiar nada”, ahí, es donde sucede el Milagro, porque ese “no cambiar nada” a este momento, viene acompañado siempre de un estado de Presencia, de estar con lo que es sin tratar de alterarlo.
El Milagro sucede cuando dejamos de entrar en oposición con la Vida y con lo que esta nos muestra. El Milagro sucede cuando, en ese dulce ir y venir de la Vida a través de nosotrxs, permitimos que lo que está siendo, sea. Y le permitimos ser para que pueda mostrarnos su completitud. Su perfección. Su unidad.
Su completa y perfecta unidad. Eso es vivir.
El caos y la calma son una misma cosa. No existen el uno sin la otra. No es posible. Y cuando nos rendimos y dejamos de intentar que sí existan el uno sin la otra, cuando aceptamos su unidad, es cuando se abre frente a nosotrxs toda la grandeza de nuestra divinidad. Es cuando nos damos cuenta de que más allá de las aparentes barreras de nuestro cuerpo, de nuestros pensamientos, de nuestras creencias y nuestras emociones, existe una perfecta y tranquila unidad que da sentido a la experiencia que estamos teniendo y que impregna de pura Vida todo lo que experimentamos.
Una unidad que es lo que eres tú. Y lo que soy yo. Es lo que somos todxs.
Aunque a veces nos empeñemos en creer que no.
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