Sobre mi dualidad. Tu dualidad. Nuestra dualidad.
En nuestro paseo por esta vida todxs, absolutamente todxs, desarrollamos nuestra dualidad. Y seguramente ahora debes estar pensando “¿a qué se refiere este con eso de la dualidad?”. Pues me refiero a que el ser humano es un ser dual: con lado luminoso y con lado oscuro.
Nuestro lado luminoso está formado por todo aquello que nos encanta de nosotrxs mismxs. Es aquél en que nos sentimos fuertes y simpáticxs, sociables o sonrientes, es aquél que en que nos sentimos excepcionales en alguna práctica, aquél que nos hace querer ayudar a lxs demás y un largo etcétera. En resumidas cuentas, es aquél que nos gusta mostrar al mundo. Es nuestra mejor cara. Y mayoritariamente, con la que nos gusta identificarnos tanto que, habitualmente, acabamos creyendo que solo somos eso.
Pero no seamos ingenuxs. Todo, todo y todo en el Universo está dotado de un perfecto equilibrio. Por tanto, ¿qué nos hace pensar que en nosotrxs ese equilibrio no debe existir? Porque además, de hecho, existe.
Toda nuestra luz contiene sombras. Esas sombras son nuestro lado oscuro. Nuestro Darth Vader personal (e intransferible). Y de eso, como ya he dicho antes, tenemos todxs. Existe en nuestro ser ese lado oscuro en que nos sentimos egoístas y celosxs, perezosxs o rabiosxs, insegurxs y, a veces, hasta incapaces frente a determinadas situaciones. Lo siento (pero me alegro) si en este punto estás sintiéndote identificadx con mis palabras.
Y… ¿qué solemos hacer con nuestro lado oscuro? Lo más habitual es tratar de esconderlo. Y para ello nos pasamos toda una vida invirtiendo un montón de energía en desarrollar técnicas y triquiñuelas con ese fin. Que no salga a la luz. Que nadie se entere (y a poder ser ni yo mismx) de que, en el fondo, soy un poco así. A veces, cuando ese lado oscuro se pone muy insistente y consigue salir a la luz… Nos peleamos con él. Le discutimos. Y automáticamente empezamos a pensar qué podemos hacer para ganarle la partida pensando que algún día, por arte de magia, acabará desapareciendo. No somos conscientes, por lo general, de que realmente lo que estamos haciendo es pelearnos y discutirnos con nosotrxs mismxs. Y en eso también invertimos mucha energía.
¿Qué tal si, en vez de invertir toda esa energía en discutirnos y pelearnos con nuestro lado oscuro, buscando las mil maneras de acallarlo y esconderlo por ver si desaparece, nos paráramos unos segundos a escucharlo? ¿Y si utilizáramos lo que nos dice en nuestro beneficio, como una valiosa información que nos acerca a quienes somos de una manera más real y sincera? ¿Qué pasaría si tratáramos de integrarlo, de aceptar que eso también somos nosotrxs para poder, así, transformarlo?
En mi caso, desde que he empezado a conocer, aceptar, integrar y abrazar a mi Darth Vader personal (y por tanto, a transformarlo), soy mucho más feliz. ¿Cuánto más piensas tardar en abrazar al tuyo?
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