Sobre el [des]controlar y el confiar
Muchxs de nosotrxs tenemos tendencia a querer controlarlo todo. Controlar con quién se relacionan nuestrxs hijxs. Controlar qué hace nuestra pareja cuando no está con nosotrxs. Controlar cómo va a ir la reunión de mañana. Y controlar hasta cómo va a ser nuestra próxima tindercita. ¿Te suena?
Es como que nos sentimos más tranquilxs si pensamos que lo tenemos todo “bajo control”. Bajo el control de lo que nosotrxs consideramos que tiene que ser.
Y ahí ya entramos nosotrxs. Y junto a nosotrxs, todos nuestros filtros personales. Entra nuestra forma particular de leer la realidad en base a nuestra educación, nuestras experiencias, nuestras creencias y un largo etcétera de factores. Nuestra forma de leer la realidad que es eso, solo nuestra.
“Todo en esta vida es susceptible de cambiar en un instante.”
Cuando pensamos que controlamos [lo que sea que queremos controlar], tenemos una falsa sensación de seguridad que calma nuestras inseguridades. Y es por eso, principalmente, por lo que tendemos a querer controlar. Y digo falsa porque, en realidad, no tenemos ni idea de lo que va a suceder. Ni mañana. Ni pasado. Ni sucesivos. Todo en esta vida es susceptible de cambiar en un instante. Y está perfecto que así sea.
Piensa. El control tiene que ver con el futuro. Y con nuestras expectativas sobre ese futuro [futuro y expectativas, jodido binomio]. Y nuestros intentos de querer controlar qué va a pasar en el futuro nos generan, en la mayoría de los casos, mucho estrés. Y, a veces, hasta cierta ansiedad. Básicamente porque, en el fondo [ni que sea muy en el fondo], somos súper conscientes de que no podemos controlar algo que está por suceder aunque nos engañemos y creamos que sí.
¿Qué es lo que se esconde detrás de nuestra necesidad de control? Si te pones a pensar, a sentir y eres sincerx contigo mismx, seguramente te darás cuenta de que lo que hay ahí son miedos y más miedos. Nuestros miedos. Que son los mismos que nos generan la inseguridad a la que nosotrxs respondemos con control. Menudo sarao se monta entre futuro, expectativas, miedos, inseguridades, control, estrés…
“Cuando empiezas a hacerte cargo de todo lo que sí depende de ti y sueltas [des-controlas] lo que no… Todo cambia.”
Yo siempre había sido bastante de controlar. Por todas mis inseguridades. Hasta que un día me pregunté: ¿El control existe? ¿Me aporta algo? Y, sobre todo, ¿hasta qué punto es real la sensación de control? Y al responderme a estas preguntas desde el corazón y con total sinceridad, todo cambió. Aprendí.
Aprendí que querer controlar no tiene ningún sentido. No aporta nada nuevo a la vida. No nos abre al cambio. Ni deja espacio a la espontaneidad y a la sorpresa. El control y la sensación que nos aporta es una auténtica mentira. Además de bastante absurdo.
Prueba a des-controlar y ábrete al gran campo de las nuevas posibilidades. Cuando empiezas a hacerte cargo de todo lo que sí depende de ti y sueltas [des-controlas] lo que no… Todo cambia. Cuando aceptas que no puedes controlar con quién se relacionan tus hijxs, lo que hace tu pareja cuando no está contigo, cómo irá la reunión de mañana ni cómo acabará tu próxima tindercita… Te relajas. Te relajas porque, en realidad, te quitas un gran peso de encima. Tal cual te lo digo. Y es que además es así de fácil. Haz lo que esté en tu mano. Suelta. Y confía.
Confía en la vida. Y en el Universo [sí, ese Universo que es el origen de todo y está en todo]. Y lo más importante, confía en ti mismx. Confiar es clave para permitir que la realidad sea la realidad. Tan perfecta como es.
Aunque mejor no te creas ni una palabra de lo que te digo y compruébalo por ti mismx.
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